jueves, 13 de octubre de 2016

a propósito de Un monstruo viene a verme


Alfred Hitchcock tardó una barbaridad en ser reconocido artísticamente, a pesar del extraordinario éxito de casi todas las películas que hizo entre los años 20 y los 60, su repercusión entre los críticos tardó mucho en ser la que es hoy. El 2016, con Vértigo encabezando la lista de mejores películas de la revista Sight and Sound (el top más prestigioso, lo que tampoco quita que sea más o menos tan tonto como cualquier top) es muy distinto del mundo en el que el director británico desarrolló su carrera, incluso muy distinto del mundo que, por fin, le concedió un Oscar (honorífico) en 1968. La pieza fundamental en el reajuste de las ideas de la Cultura acerca de Hitchcock fue la revista francesa Cahiers du cinéma, fundada en 1951, que desde el principio estaba basada en la idea (al principio vaga, luego afianzada por Truffaut en 1954 con su seminal ensayo Una cierta tendencia del cine francés) de la "autoría". Según los seguidores de esta politique des auteurs existen al menos dos tipos de directores de cine: los "autores", que tratan temas y cuestiones estéticas desde una perspectiva personal, de forma que es posible encontrar elementos recurrentes en su filmografía, y los "no autores" (o "artesanos"), que no aportan nada de sí mismos a la película. Según los cahieristas la peor película de un autor siempre sería preferible a la mejor de un artesano.

(Actualmente el autorismo ha quedado algo desfasado, la crítica y los seres humanos en general seguimos necesitando destacar una serie de nombres para guiarnos en el vastísimo panorama cinematográfico y es obvio que hay directores que entregan mejores películas que otros pero la idea de que el rasgo autoral es siempre positivo o que es posible dirigir una película sin poner algo de uno mismo, como si fuese una máquina, parece absurda. En los últimos tiempos se está hablando de un "autorismo vulgar" para referirse a gente como Michael Bay, Paul W. S. Anderson o Zack Snyder, todos autores en el sentido estricto de la palabra aunque su obra conste de adaptaciones de tebeos, videojuegos o franquicias de juguetes y no del drama humano. A mí me parece un término asquerosamente elitista)

Más allá de la teoría de los autores, lo revolucionario de esta generación de críticos (que luego pasarían a transformar el cine en la nouvelle vague) fue la aplicación de la misma. Godard ponía en el mismo lugar a Ingmar Bergman que a Fritz Lang, Howard Hawks o Nicholas Ray. Directores que hacían cine de género con, normalmente, considerable éxito de taquilla pero que estaban muy lejos de los reconocimientos críticos o de la Academia. Es gracias a esta gente que hoy entendemos que una película puede ser Gran Cine sin ser un drama serio con decorados serios y gente seria.

Pero a Hitchcock no le hacía ninguna falta Cahiers du cinéma ni la teoría de los autores. Él ya era el director más famoso desde Chaplin cuando en 1955 estrenó en televisión su serie Alfred Hitchcock presenta. Sus películas le utilizaban más a él como reclamo publicitario que a las superestrellas que las protagonizaban y cuando François Truffaut le entrevistó en el célebre libro El cine según Hitchcock, el director era plenamente consciente de ser una figura pública que tenía sus obligaciones con sus admiradores, de los que era esclavo. Para Hitchcock hablar de "autor" tenía poco sentido porque su nombre aparecía en las marquesinas y la gente le buscaba en sus cameos, estaba claro que sus películas eran suyas y no de cualquier otro.

Hoy, el fenómeno publicitario de Hitchcock se ve en cierta manera reflejado en la figura de Juan Antonio Bayona. El estreno de Un monstruo viene a verme ha despertado una gigantesca campaña de relaciones públicas por parte de Mediaset, centrada en el "visonario" director. Sin embargo, las capacidades de Juan Antonio Bayona están todavía por ser demostradas, más allá de la capacidad de rodar películas sin salirse demasiado del elevadísimo presupuesto y conseguir que obtengan grandes beneficios, es decir, la capacidad de ser un empleado ejemplar. No considero "mala" ninguna de sus tres películas pero sí muy lejos de ejemplificar la trayectoria de un director sin apenas voz propia.

La autorificación que ha realizado Telecinco y acólitos de Bayona, creo, le hace un flaco favor, puesto que le hace responsable de elementos de la película que no tienen por qué ser suyos. La obsesión del guión de Un monstruo viene a verme con muchos de los lugares comunes del cine sobre a) víctimas del bullying b) gente con cáncer y c) el gigantesco mundo interior de los niños vienen directas de Patrick Ness como guionista y escritor de la novela original, y estos defectos hacen olvidar soluciones visuales ingeniosas como el uso de la animación. La publicidad nos vende la idea de Bayona como director infalible, experto en hacernos llorar, cuando nada indica que su involucración con el proyecto sea particularmente extraordinaria. El problema NO es que no sea un autor sino que Los Poderosos intenten hacernos creer que lo es, que el cine de autor es el que llena las salas de gente preparada con los pañuelos en la mano en lugar del que se enfrenta a las expectativas y concepciones de la gente.

3 comentarios:

  1. ¡Bravo! Lo voy a compartir en Facebook, fíjate tú.

    ResponderEliminar
  2. Gran crítica, aún no he visto esta peli pero me puedo imaginar lo mucho que ha sido disfrazada por los medios.

    ResponderEliminar